El monóxido de carbono es un gas altamente venenoso que se propaga rápidamente en el aire del ambiente.

Se genera por combustiones deficientes y es imposible percibirlo porque no tiene color, no tiene olor ni sabor y no irrita las mucosas. Una vez inhalado, se combina con la hemoglobina de la sangre a través de los pulmones e impide que el oxígeno llegue a los órganos vitales.

Si bien este gas venenoso no puede percibirse, hay claros indicios que señalan la presencia de monóxido de carbono en el ambiente: coloración amarilla o anaranjada de la llama, en lugar de color azul; aparición de manchas o tiznado en las paredes; decoloración de los artefactos, de sus conductos de evacuación de gases o alrededor de ellos.

Una de las principales causas de la aparición de monóxido de carbono está en el mal estado de los artefactos de gas o en sus instalaciones, por ejemplo: insuficiente ventilación del ambiente en donde hay una combustión; instalación de artefactos en lugares inadecuados; mal estado de los conductos de evacuación de los gases de la combustión desacoplados, deteriorados o mal instalados; quemador de gas con la entrada de aire primario reducida; acumulación de hollín u otro material en el quemador.

Para evitar accidentes, toda instalación de artefactos a gas debe cumplir con las condiciones de ubicación, ventilación y evacuación de gases producto de la combustión, conforme a Reglamentaciones Técnicas Vigentes (ver capítulos VI y VII de la NAG-200) que siempre deben ser realizadas y controladas por un gasista matriculado.